Hace poco salimos a comer con nuestras hijas y nietos. Estábamos en un restaurante que tiene una mascota disfrazada de un animal que va por todos lados saludando a los niños. La mayoría de los niños piensan que es emocionante. En su imaginación, los niños están teniendo la oportunidad increíble de ver un personaje animado en vivo.
Cuando éste personaje se acerco a nuestra mesa durante nuestra visita, me dí cuenta que mí nieta de dos años de edad no estaba muy contenta por esto. Algo de ésta creatura disfrazada, la asustaba. En poco tiempo, ella se estaba subiendo en mis piernas y abrazando muy fuerte a mi cuello. Ella quería estar muy cerca de alguien que la protegiera y yo estaba más que contento de hacerlo. Ella fue fortalecida por mi presencia y muy segura de ver a la mascota a una buena distancia. Mí presencia había mitigado sus temores y calmó su espíritu.
Cuando reflexiono en la tímida reacción de Jadyn por la tonta presencia de una persona disfrazada, no pude evitar el pensar en nuestra relación con Dios.
Cuantas veces vemos, lo que parece ser algo intimidante, aparecer en nuestras vidas. En estos momentos, el pensamiento racional y razonable nos abandona. Y sólo nos quedamos con miedo y un profundo deseo de ser consolados y protegidos.
Cuando somos intimidados en la vida, es maravilloso saber que Dios está listo para correr con nosotros, nos podemos tirar en Sus brazos y agarrarnos duro de Él. Cuando hacemos ésto, Él no nos regaña. Él no nos ridiculiza por nuestros temores. Él simplemente nos recibe en Sus brazos calidos y nos da una sensación de seguridad tan necesitada.
El Salmista comprendía ésta verdad, y la practicaba. Veamos como reaccionaba cuando tenia miedo:
“Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza.” – Salmos 56:3
¡Su antídoto para el miedo era confiar en Dios!
¿Hay algo que te esté dando miedo? ¡Corre a tu Padre Celestial y agárrate duro de Él. Encontrarás seguridad en Sus brazos!
Pastor Dale
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