¡Se dice que el orgullo es una enfermedad que enferma a otros! Y es verdad. Hay ciertas cosas que son enfermizas de una persona que es fanfarrona, arrogante y llena de orgullo. El estar cerca de alguien así produce nausea emocional.
Pero hay algo aun más preocupante de alguien que tiene orgullo. Y es que es muy fácil detectarlo en otros, pero somos muy lentos en identificarlo en nosotros mismos. De hecho, muchas personas que son orgullosas viven toda su vida sin nunca darse cuenta de los síntomas del orgullo o eliminar éste problema en sus almas.
El orgullo es algo horrible. Se manifiesta a través de actitudes prejuiciosas y juzgonas, confrontaciones argumentativas, relaciones contenciosas, culpando y avergonzando a otros, una sensación proyectada de superioridad, y en general un acercamiento a la vida de “un sabelotodo.” Reproduce un espíritu rebelde.
Las personas orgullosas tienen mucha dificultad sirviendo a otros de manera genuina y sin que sean reconocidos, estar fuera de los reflectores, pedir perdón por sus errores, pecados y fallas, seguir instrucciones u ordenes con agrado, apreciar y reconocer a otros por sus contribuciones.
Las personas orgullosas nunca desarrollan un corazón verdaderamente agradecido. Talvez finjan apreciación a Dios y los demás, pero en lo profundo del corazón hay un sentimiento de que merecen lo que han recibido, piensan que por su arduo trabajo se han ganado lo que reciben, que tienen un gran intelecto o mejores habilidades que otros, y que sólo ellos se merecen ser reconocidos. Ellos tienen envidia del éxito de otros y son condescendientes en sus conversaciones.
¿Qué piensa Dios de todo esto? Hay un versículo en la Biblia que se aplica y en breve responde a ésta pregunta:
“…Por eso la Escritura dice: ‘Dios está en contra de los orgullosos, pero a favor de los humildes.’” – Santiago 4:6 (NBD)
Debería hacernos recapacitar y más aún, aterrar, el pensar en atraer la oposición de Dios sobre nosotros. Pero, de acuerdo a la Biblia, ésta es la respuesta de Dios a la presencia del orgullo.
En varias ocasiones Jesús comunicó las consecuencias de éste pecado. Ésta es una de las cosas que Él tenia que decir con relación al orgullo:
“Porque el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.” – Mateo 23:12 (NVI)
Jesús nos enseñó que una actitud arrogante, llena de orgullo, al final será humillada. Si el orgullo no nos afecta en ésta vida, de seguro lo hará en la vida venidera.
¿Cual es el antídoto contra el orgullo? ¡Humildad! No humildad fingida, pero verdadera humildad; como la que Jesús demostró:
“La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre… “ – Filipenses 2:5-9 (NVI)
¡Jesús nos demostró que el camino hacia arriba es abajo! Cuando nos humillamos a nosotros mismos, estamos atacando un serio problema del alma – el pecado del orgullo.
Decidamos el vivir en humildad. Pongamos a un lado el orgullo y caminemos en humildad con Dios y los demás.
Pastor Dale
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