Comienza como un atormentante sentimiento, disgusto y vergüenza. Nuestra conciencia comienza con picardías cuando pensamos acerca de algo que hicimos, dijimos o pensamos, o algo que no debimos haber hecho y lo hicimos. A esta punzada interna, a esta luz del alma que nos avisa, se le llama culpa. Nos recuerda de cuando y donde nos hemos salido de lo correcto, de cuando y donde hemos desilusionado a Dios y a los demás.
Si no tratamos apropiadamente y a tiempo con la culpabilidad se puede incrustar en nuestros corazones y mentes y torturarnos por días, meses, años – y tristemente para algunos, por toda una vida. Se come silenciosamente nuestra confianza. Puede ocasionarnos a que comprometamos nuestro carácter. El pensamiento inconsciente es, “Si ya hice algo malo, entonces puedo seguir haciendo cosas malas.” La culpabilidad nos acusa constantemente, nos condena – martillando en nuestros corazones un sentimiento de conformismo y derrota.
Hay muchas personas que han confesado a Dios sus pecados y derrotas muchas veces pero todavía siguen luchando con el sentimiento de suciedad. Pareciera que ellos no pudieran deshacerse de la culpabilidad y vergüenza – del pensamiento de que están destinados a un futuro terrible por lo malo que fueron.
¿Cómo nos sobreponemos a estos sentimientos? ¿Cómo nos liberamos de una dominante y no saludable culpabilidad y vergüenza?
La respuesta está en la Biblia:
En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. – Romanos 5:1 (NVI)
Vea lo que dice la Versión Nueva Biblia al Día en este versículo:
Así que, ahora que Dios nos ha declarado justos por haber creído, disfrutamos de la paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. – Romanos 5:1 (NBD)
Aquí encontramos un principio muy importante – el camino para liberarnos de la tortura de la culpabilidad y la vergüenza. Este principio se encuentra en una verdad Bíblica clave – la verdad llamada “justificación por fe.”
Como Cristianos creyentes a veces escuchamos términos teológicos y frases que tienen poca relevancia para nosotros. Talvez podamos reconocerlas mentalmente pero nos perdemos en su significado lo cual tiene verdadero poder.
Uno de esos términos es la justificación. Si tu has sido un creyente por algún tiempo de seguro que estas familiarizado con esta palabra. Pero ¿cual es su verdadero significado? ¿Cómo se aplica a nuestro viaje espiritual diario? ¿Cómo nos ayuda de manera practica para tratar con los dolores de la culpabilidad, que nos recuerda constantemente de nuestros pecados, debilidades y derrotas?
La justificación es uno de los conceptos doctrinales claves presentados por el Apóstol Pablo en el libro a los Romanos. Ahí describe una condición en particular antes de conocer a Dios y tener una relación con Él. Es un termino legal que se refiere a la absolución o reivindicación. Quiere decir el pronunciar a alguien firmemente, decisivamente y judicialmente como justo o limpio.
Lo contrario de justificación es condenación. Una persona condenada ha sido acusada de hacer cosas malas y sentenciada a consecuencias dolorosas. Esa persona debe vivir con la realidad de que son culpables y deben pagar por lo malo que hicieron. En contraste, la persona justificada, a recibido la palabra del juez o jurado que los declara inocentes. Ellos son liberados por esta declaración.
¿Cual es la aplicación para nosotros?
La Biblia nos enseña claramente, y el comportamiento humano lo confirma, que el ser humano es, por naturaleza, pecaminosa. Todos nosotros nos hemos apartado de la justicia de Dios. Todos hemos quebrantado Sus santos mandamientos. Somos espiritual y moralmente “condenados.” Merecemos justamente la paga de las consecuencias de nuestras acciones. De hecho, de ahí es de donde el termino justificación se convierte en algo muy valioso para nosotros.
Dios ha provisto un camino en el cual podemos recibir una exoneración, un veredicto de parte de Él de “¡No Culpable!” A esto se le llama justificación – hechos “¡como si nunca hemos pecado!”
Esta justificación la recibimos por fe en y aceptación del Único que pago voluntariamente las consecuencias de nuestros pecados – Cristo Jesús.
Cuando aceptamos a Cristo Jesús en nuestras vidas, cuando le confesamos nuestros pecados a Él, honestamente y en humildad, experimentamos el precioso regalo de Dios llamado “¡justificación!” Es la declaración de Dios de que Él nos ha absuelto. Hemos sido liberados de la condenación. ¡Él ya no nos considera culpables!
Dios tiene un regalo para ti hoy. Por fe, acepta la declaración de Dios de “¡No Culpable!” Deshazte de la culpa y la vergüenza que has estado llevando por los pecados y fallas del pasado. Recibe, por fe, éste maravilloso regalo de la justificación. ¡Disfruta y celebra tu libertad!
Pastor Dale
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