En los 70’s alguien creo una pieza de joyería que, por un tiempo estuvo muy de moda. Se llamaba el “anillo del animo.” Éste anillo estaba hecho de una piedra que cambiaba de colores cuando se lo ponían, supuestamente, basado en el estado de animo de la persona en el momento. Traía una definición para cada color que cambiaria para que la persona que lo tenia puesto pudiera identificar, al ver el color del anillo, el estado de animo en el que estaba – enojado, ansioso, calmado, relajado, feliz o triste. Parte de la teoría del anillo era que los estados de animo ocurrían por circunstancias biológicas e involuntarias, y la química del cuerpo lo reflejaría. Por lo tanto, ¡lo mejor que podíamos hacer era reconocer nuestro estado de animo en ese momento, y seguirle la corriente!
Si bien es cierto, hemos dejado de usar los anillos del animo, desafortunadamente no hemos dejado de seguir la filosofía básica que lo hizo popular. Muy a menudo nos convencemos a nosotros mismo de que nuestros estados de animo están fuera de nuestro control. Aparecen en nuestra vida basados en la biología o circunstancias o lo que sea. No podemos hacer nada al respecto. Tenemos que disfrutarlos cuando son buenos y sufrirlos cuando no son tan buenos. Vienen y se van, y no han mucho que podamos hacer al respecto. Y cuando no son tan buenos, nuestra actitud es ¡“Déjame en paz, que estoy de mal humor!”
Hay ciertos ritmos biológicos en la vida y reacciones, inconscientes que escogemos por los químicos en nuestro cerebro que afectan nuestro estado de animo y sentimientos, pero no estamos a la merced de nuestros estados de animo, sin tener control sobre ellos. De acuerdo a la Biblia, no estamos exentos de responsabilidad por nuestros estados de animo. Las Escrituras nos enseñan que los estados de animo pueden controlarse. Las actitudes y emociones pueden cambiarse.
Mira lo que el Apóstol Pablo nos instruyo de como administrar nuestros estados de animo:
“Dios los ama a ustedes y los ha escogido para que pertenezcan al pueblo santo. Revístanse de sentimientos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia. Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Sobre todo revístanse de amor, que es el lazo de la perfecta unión. Y que la paz de Cristo reine en sus corazones, porque con este propósito los llamó Dios a formar un solo cuerpo. Y sean agradecidos.” – Colosenses 3:12-15 (DHH)
Éste pasaje está lleno de instrucciones para administrar nuestro estado de animo. En ninguna parte se nos dice que simplemente dejemos que nuestros sentimientos nos lleven a donde quieran. Se nos enseña a que escojamos nuestro estado de animo – determinar nuestra actitud – en lugar de pasivamente permitirles que nos dominen y controlen.
Oswald Chambers, en su maravilloso devocional, “Mi Meditación Diaria” (del Ingles “My Utmost For His Highest”) hace éste comentario con relación a la administración del estado de animo de un Cristiano creyente:
“Hay ciertas cosas por las que no debemos orar – estados de animo, por ejemplo. Un estado de animo nunca se maneja orando, se administra… es un esfuerzo constante de no hacerle caso a nuestro estado de animo el cual está cambiando por una condición física, nunca dejarnos vencer ni por un segundo. Tenemos que tomarnos por el cuello y despojarnos de eso, y nos daremos cuenta que podemos hacer lo que dijimos que no podíamos…”
Un gran objetivo para cada uno de nosotros es llegar a ser mejores administradores de nuestro estado de animo. ¡Es un gran reto, pero por la recompensa, vale la pena el esfuerzo!
Pastor Dale
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