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¿Maduro?

Enfadado, furiosos, poner mala cara, tomar represalias, los enojos, la autocompasión, el egoísmo, las emociones impredecibles.  ¿Qué tienen estas frases en común?

Estas son las cosas que esperamos de los niños.  Nos revelan niñerías e inmadurez.  Estos son síntomas de maneras de pensar y actuar inapropiados y no saludables.  Estos indican una falta de desarrollo de habilidades sociales y control de nuestras emociones.

Si bien es cierto que los padres saben que estas actitudes y comportamientos en sus niños ocurrirán, los buenos padres también tratan estas situaciones.  Ellos trabajan diligentemente para ayudar a sus niños a que aprendan maneras saludables y más apropiadas de actuar, reaccionar y responder a las frustraciones,  decepciones, rechazos y dolores de la vida.  Los buenos padres ayudan a sus niños a “madurar” en la manera en que ellos reaccionan en sus relaciones y emociones.

Tristemente, esta clase de actitudes y comportamientos no se encuentran solamente en jóvenes.  Muy a menudo los adultos también son culpables de recurrir al mismo tipo de actitudes inmaduras.  Mientras que las reacciones pueden estar disfrazadas y tener apariencia más sofisticada, en la raíz del problema se encuentra lo mismo – una falta de madurez.  ¡Y hay adultos que son muy prontos a racionalizar y justificar su falta de madurez!

El Apóstol Pablo escribió acerca de esto en una de sus cartas a la iglesia.  En sus observaciones de la iglesia de Corintios, Pablo se refirió al asunto de niñerías e inmadurez:

“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.  Os di a beber leche, no alimento sólido…, habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones…” – 1 Corintios 3:1-3 (RV95)

Si bien es cierto que Pablo quería ayudar a estos creyentes a que crecieran en su caminar con Dios y en ser útiles para la obra de Cristo, algo estaba estorbando.  Él no podía llevarlos al próximo nivel debido a su condición espiritual, emocional y relacional de inmadurez.  Ellos eran adultos en cuerpo, pero todavía pensaban y actuaban como niños pequeños.

¿Y tu? ¿Cuantas veces recurres a enfadarte, estar furioso, poner mala cara, tener represalias, berrinches, autocompasión, egoísmo y emociones impredecibles cuando estas frustrado, decepcionado o herido?  ¿Cuanta inmadures tienes adentro todavía, y que impacto está teniendo en tu caminar con Dios y en la manera en que Dios te pueda usar?

¡Que Dios nos ayude a madurar y dejar nuestras niñerías atrás!

Pastor Dale