Una de las tendencias naturales que todos tenemos, es la de aumentar, y algunas veces exagerar, los pecados, debilidades y fallas de los demás mientras que ignoramos o minimizamos los nuestros. La Biblia le llama a ésa tendencia “juzgar.” Es una indicación de un espíritu de auto-justificación. En su raíz, es un gran problema espiritual – el orgullo.
Muy a menudo, nuestros juicios negativos de los demás están encubiertos con “justificaciones.” Nos convencemos a nosotros mismos de que tenemos la obligación de cambiar a alguien o alguna situación. Tomamos el papel de “policías de Dios; oficiales de enforzamiento de la ley de Dios.” Sin saberlo, nos hemos convertido en jueces de Dios hacia otros – lo cual es un papel que Él nunca nos pidió que hiciéramos. Esto fue exactamente lo mismo que Jesús condenó enfática y frecuentemente con los Fariseos durante Su ministerio en la tierra. ¡Y Él lo sigue condenando hoy!
Vivir juzgando a los demás es una manera horrible de vivir. Los hiere y nos destruye. Es un veneno dentro de nuestros corazones. Solo deja muerte y sequedad. Cuando juzgamos a otros, entramos en una obscuridad espiritual. Tan pronto damos lugar a un espíritu criticón, nos demos cuenta o no, nos alejamos de la frescura de la vida y poder de Dios. Un espíritu que juzga deja esterilidad espiritual, frustración espiritual y confusión mental. Nos coloca en una posición de ser juzgados por Dios. Es algo que necesitamos evitar cuidadosamente y muy diligentemente.
Veamos lo que dijo Jesús:
“No juzguen a los demás, para que Dios no los juzgue a ustedes, porque de la manera como juzguen a otros, así Dios los juzgará a ustedes.; Dios los va a tratar de la misma forma en que ustedes traten a los demás.” – Mateo 7:1-3 (NBD)
La Traducción en lenguaje actual lo dice así:
“No se conviertan en jueces de los demás, y así Dios no los juzgará a ustedes. Si son muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes. Él los tratará como ustedes traten a los demás. ¿Por qué te fijas en lo malo que hacen otros, y no te das cuenta de las muchas cosas malas que haces tú? Es como si te fijaras que en el ojo del otro hay una basurita y no te dieras cuenta de que en tu ojo hay una rama.” – Mateo 7:1-3 (Traducción en lenguaje actual)
¿Cómo sabemos si tenemos un espíritu criticón? Analiza tus pensamientos con relación a los demás y escucha lo que dices de los demás. Nuestros pensamientos y palabras revelan el verdadero contenido de nuestro corazón.
La única cura para un espíritu criticón es reconocerlo por lo que es – pecado – y arrepentirse totalmente de eso. El remedio es el de deshacerse de la necesidad de estar controlando y juzgando a los demás, y en lugar de eso ¡tomar la decisión de amarlos!
Pastor Dale
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