¿Qué te está afligiendo?
Las aflicciones son parte de la vida. Es algo que todos experimentamos. No importa que tan perfecta la vida de alguien pareciera por fuera, todos han tenido aflicciones personales – aflicciones que la fama, fortuna o los amigos no pueden arreglar.
Las aflicciones vienen de muchas maneras diferentes. Nuestros corazones y nuestra mente se ponen ansiosos, perturbados y agitados por muchas cosas. Hay aflicciones en nuestras relaciones, en nuestras finanzas, en nuestra salud – y la lista sigue y sigue.
El ser un Cristiano creyente no nos libra de estas cosas. Son parte de la vida. Observe lo que Jesús dijo acerca de lo inevitable de las aflicciones:
“… En este mundo afrontarán aflicciones…” – Juan 16:33 (NVI)
La diferencia entre un Cristiano creyente y alguien que no es creyente no se encuentra en la presencia o ausencia de aflicciones en su vida, pero en cómo respondemos a ellas.
Jesús nos enseñó que, si bien es cierto tendremos aflicciones, no debemos preocuparnos. ¡Las aflicciones no quieren decir que tenemos que estar afligidos!
Jesús enfatizó la diferencia entre las aflicciones que enfrentamos y la manera en la que debemos manejarlas. Él nos mostró que, aunque las aflicciones son inevitables, el estar afligido no debe ser. Podemos escoger otro camino – el camino de la confianza y la paz:
“No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí.” – Juan 14:1 (NVI)
“La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.” – Juan 14:27 (NVI)
Entonces, ¿cómo enfrentamos las aflicciones sin estar afligidos? ¡Debemos hacer lo correcto con ellas!
El salmista nos dio la receta para tratar con las aflicciones:
“En mi angustia, supliqué a Dios y me respondió.” – Salmos 120:1 (NBD)
Cuando enfrentamos aflicciones nuestra tendencia es de cargar con ellas, preocuparnos y angustiarnos. O, se las llevamos a otros, esperando encontrar una fuente de ayuda. El salmista nos provee otra alternativa. En sus experiencias personales de la vida él aprendió que lo mejor que podemos hacer cuando llegan las aflicciones es primero llevárselas a Dios.
¿Qué te está afligiendo hoy? En lugar de usar tu energía en preocuparte, angustiarte y temer, lleva tus aflicciones a Dios. Suplícale a Él. Pon tu confianza en Él. ¡Hay una respuesta esperando por ti!
Pastor Dale
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